martes, 9 de enero de 2024

Las facciones de nyerros y cadells en el Principado de Cataluña.

 Alejandro Ruiz Criado

El bandolerismo y la inseguridad fueron rasgos que definieron de manera importante a la sociedad catalana de los siglos XVI y XVII. Esta conflictividad está relacionada estrechamente con el contexto económico y social del Principado en ese tiempo, caracterizado por el crecimiento demográfico, (favorecido, entre otros factores, por la importante emigración francesa hacia Cataluña) y por otro lado por la situación social, con una nobleza en franca decadencia1, con muy pocas oportunidades en el gobierno del Principado, la Iglesia y la Corte. Los puestos más comunes dentro de Cataluña eran en la Diputación y en los gobiernos municipales (en estos sólo a partir del siglo XVII). En la Iglesia la mayoría de los obispados eran ocupados por eclesiásticos venidos de fuera; las aspiraciones de la nobleza en este campo quedaban casi reducidas a las canonjías, mientras que en la Corte la mayoría de los puestos eran ocupados por los castellanos; la alternativa de realizar una carrera militar en otros territorios de la monarquía fue elegida por un porcentaje muy pequeño.2

Esta situación tendría consecuencias importantes. Por ejemplo, la participación de la nobleza en el fenómeno del bandolerismo y en las facciones banderizas. Como dice Elliott, los nobles catalanes, en su decadencia, ''empeñaron sus energías en enemistades y venganzas''.3 En efecto, el Principado acabó asolado por las acciones de bandidaje producto de las guerras privadas de los nobles. Los intentos de la Corona de frenar las mismas fracasaron debido a su debilidad en el Principado. Por tanto, nos encontramos ante el hecho de que en el bandolerismo la nobleza tiene un papel fundamental.4 La guerra privada y el bandolerismo se convierten en dos fenómenos profundamente imbricados.

Por tanto, hay que tener en cuenta este factor a la hora de explicar la naturaleza del bandolerismo, ya que este no sólo se puede entender considerándolo una respuesta al crecimiento demográfico y al exceso de población, como han hecho algunos historiadores. Esto queda demostrado al comprobarse que los periodos en los que el bandolerismo es más intenso no coinciden con aquellos en los que la población alcanza sus cuotas máximas. De hecho, cuando la población llega a su cifra máxima y la presión demográfica es mayor (alrededor de la segunda y tercera décadas del siglo XVII) es un momento de decadencia del bandolerismo, si lo comparamos con los inicios de la misma centuria. Tampoco se puede simplificar este fenómeno diciendo que es producto de la presión demográfica de las zonas de montaña de Cataluña hacia el resto del Principado.5 El sistema de herencia podría haber contribuido a que muchas personas desheredadas por sus progenitores se inclinasen hacia el bandolerismo para subsistir, pero no puede considerarse como la única causa.6

Los enfrentamientos nobiliarios afectaban a toda la población del Principado, pues en sus pendencias arrastraban a parte de esta, en muchas ocasiones desempleados o vagabundos.7 (aunque también hay que reseñar la existencia de bandosidades y guerras privadas populares, que tenían como protagonista a las clases bajas de la sociedad).

A grandes rasgos estos conflictos se plasmaban en las luchas entre dos facciones, la de los nyerros y la de los cadells, cuyos estragos se pueden ver en todos los sectores de la sociedad catalana de la época. Un fenómeno que, por otro lado, era común en muchos territorios de la Europa mediterránea.

Se han dado muchas explicaciones acerca de la naturaleza de dichas facciones o bandosidats.8 Se han querido ver diferencias entre ellas de carácter político o social. (Por ejemplo, que los nyerros eran los defensores de los señores y sus derechos, mientras que los cadells lo eran de los habitantes de las ciudades; o que los cadells eran el partido de la Corona, mientras que los nyerros era el partido de la terra, como reflejo del enfrentamiento Cataluña-Madrid.)9 Sin embargo, no hay pruebas claras que permitan sustentar estas teorías, que por otro lado tuvieron notable predicación en la historiografía catalana del siglo XIX.10 Otro historiador de ese momento, Pablo Parassols, atribuyó los orígenes de las facciones de los nyerros y cadells a unas supuestas rivalidades feudales que tuvieron lugar en la plana de Vich en el periodo bajomedieval.


Actualmente, historiadores como John H. Elliott y Xavier Torres han identificado el origen de estas facciones en las zonas montañosas del norte, en concreto entre los señores de Arsèguel en la Cerdaña y los señores de Nyer en el Coflent, esto es, las familias de los Cadell y los Banyuls. La rivalidad entre ambos linajes no se podría remontar a tiempos remotos, como lo hacen las explicaciones anteriores, sino que nacería en ese mismo siglo XVI. Las luchas entre Joan Cadell y Tomàs de Banyuls, que se clarifican a principios de la década de los ochenta del Quinientos, sigue un esquema bien prefijado. En un primer momento, Joan Cadell, (cuyo hermano Galcerán era uno de los bandoleros más activos del momento11) como veguer (funcionario real que ejercía como representante local del soberano, al gobernar una veguería12) del Coflent, dirigió la persecución de los bandoleros liderados por Tomàs de Banyuls, que acabó siendo vencido y desterrado fuera de Cataluña. Pero unos años después, ya en la década de los noventa, la situación fue la inversa, ya que Tomás de Banyuls colaboró activamente en el ejército real en el asedio del castillo de Arsèguel, el centro de poder de Joan Cadell13 (convertido en un refugio de bandoleros).14 Los conflictos y rivalidades entre familias era algo muy común y, de hecho, a través de esa serie de litigios se fue conformando el sistema bandos y filiaciones. La luchas entre Cadell y Banyuls pronto se integró en ese amalgama de lucha y violencia, y a su favor se inclinaron otros grupos y familias del entorno. En este sentido, comprobamos como los Cadell mantienen una relación de alianza con otras familias, como los Llupià y los Cruïlles, mientras que los Banyuls tenían como aliados a otras, como los Vilanova y los Tragó.

A finales de la centuria esta denominación se había extendido ya por todas las regiones del Principado.15 Las facciones locales que ya existían acabaron adoptando las nuevas denominaciones.

Una pregunta fundamental que ha de hacerse es sobre cómo es posible que los términos de nyerros y cadells, si fueron unas denominaciones que tienen su origen en los enfrentamientos entre unos nobles poco importantes que tenían sus dominios en la lejana área pirenaica, se extendieran por todo el Principado y sirvieran para designar a las dos facciones que van a dominar todos los ámbitos de la vida social catalana. Xavier Torres explica esto atendiendo a las relaciones familiares, clientelares o feudales que ambos señores tenían a lo largo del Principado, relaciones, por otro lado, que aún continúan siendo, en muchas ocasiones, poco conocidas. No es desdeñable las relaciones que la pequeña o media nobleza mantenían con los grandes señores catalanes. Por ejemplo, los Cadell tendrían relaciones estrechas con los duques de Cardona y los Banyuls serían feudatarios del Vizconde de Évol. Esto es fundamental para comprender la naturaleza de los conflictos y de la inestabilidad social de este momento en el Principado.

Estas relaciones también se extenderían a miembros de las instituciones gubernativas como son la Diputación o la Audiencia (y también el Consejo de Aragón).16 De esta manera, el conflicto entre bandos penetraba directamente en los engranajes del gobierno del Principado y vehiculaba una clara división en el seno de la sociedad, que determinaban fuertemente las relaciones entre los diversos actores. Ni el virrey quedaba, en muchas ocasiones al margen (sobre todo si era catalán). Un ejemplo es el del virrey Joan Terés, también arzobispo de Tarragona, que gobernó sólo un año (de 1602 a 1603) y que aparece claramente identificado como nyerro en las fuentes.17

Otro ejemplo de este conflicto lo proporciona la acción de los bandoleros (que respondían, por supuesto, a estas filiaciones) en los condados del Rosellón y la Cerdaña, en la frontera con Francia. Hay que tener en cuenta la existencia de una frontera permeable, en el sentido de que existía una importante movilidad entre los habitantes de ambos lados. Se han conservado muchos testimonios de asaltos y saqueos a pueblos de la zona provocados por bandoleros procedentes del otro lado de la frontera. Hay que citar aquí algunos de los responsables de estas correrías, como los provenientes del condado de Foix (ese condado aparece en las fuentes como el lugar originario de muchas de esas correrías18) e incluso señores del pirineo catalán, que tenían al otro lado de la frontera apoyos y a la que podían escapar habitualmente cuando se encontraban perseguidos. La complicidad entre bandoleros catalanes y extranjeros aparece claramente reflejada en las fuentes.19 Todo ello, por supuesto, no puede considerarse sin tener en cuenta la situación política, normalmente muy tensa, entre la Monarquía Católica y el reino francés, que en muchas ocasiones daba lugar a una guerra declarada.20

Por otro lado está la cuestión religiosa, pues no hay que olvidar la importancia de la difusión del calvinismo en Francia, cuestión que había provocado una serie de guerras civiles en la segunda mitad del siglo XVII. El sur del país fue uno de los lugares donde con más fuerza arraigó y eso tuvo sus consecuencias en el otro lado de la frontera, donde se buscaba por todos los medios evitar la expansión de la herejía en tierras de la Corona. Y esto no fue ajeno a las luchas de bandos y a los saqueos en la zona. En efecto, nos hallamos con testimonios y acusaciones que afirman la afinidad de los bandoleros a favor de los hugonotes. Sin embargo, no se ha podido establecer una relación clara entre ambos fenómenos. No se puede explicar el bandolerismo recurriendo sólo a la cuestión religiosa, sino que sus motivaciones serían, más bien, provocadas por las luchas de carácter feudal21 (por ejemplo, las rivalidades y conflictos abiertos entre el obispado de La Seo de Urgel y el Condado de Foix22). Existen varios ejemplos, de ataques y razias de bandoleros católicos catalanes (pues estos ataques no solo se producían unilateralmente de un lado a otro) a aldeas y lugares de población católica.23 Aunque es cierto que en las correrías mencionadas participarían hugonotes, también es cierto que no se puede establecer una relación estrecha entre bandolerismo y heterodoxia religiosa, así como no se puede tampoco relacionar a los miembros de una determinada facción o bandosidad con los hugonotes; a la hora de establecer relaciones y filiaciones en las zonas de frontera, primaban más otras circunstancias (como la proximidad geográfica) que la cuestión religiosa (por ejemplo, hay evidencias de hugonotes participando en las fuerzas de algunos señores catalanes, mas eso no quiere decir que estos hubieran abrazado el calvinismo).24

Por otra parte tenemos estudios y monografías sobre las luchas de nyerros y cadells en un plano más local. Podemos destacar el conflicto de ambas facciones en la ciudad de Vich, bien conocido en la historiografía (recordemos que Passarols situaba en esta localidad el origen de ambas).25

Por lo tanto, se ha evidente que la cuestión del bandolerismo es una cuestión compleja que no puede ser llevada a simplificaciones excesivas, a riesgo de caer en esquemas poco precisos. Este bandolerismo llegó a su cenit en los primeros años del siglo XVII,26 un periodo de especial debilidad de la Corona, gobernada en ese momento por Felipe III y su valido, el duque de Lerma, un momento de divorcio entre la autoridad real, representada en el virrey, y la nobleza catalana.27 En esos años triunfaron bandoleros como Perot Rocaguinarda, idealizado por la literatura castellana del Siglo de Oro. Sin embargo, a pesar de las imágenes idealizadas que muestran a los bandoleros como figuras populares apoyadas por el pueblo, al que defienden de las injusticias de los poderosos, esto no fue así en el bandolerismo catalán del Barroco, sino que más bien fue un bandolerismo asocial, siguiendo la terminología de Xavier Torres, es decir, apoyado por sectores muy poderosos dentro del esquema social. El bandolerismo popular sería una excepción (curiosamente los elementos que hacen referencia a los bandoleros en el folclore catalán son mínimos, al contrario de lo que pasaba en la literatura castellana del momento). Pero esto no quiere decir que no existiese episodios de colaboración entre el pueblo y los bandoleros; algunos historiadores han hecho hincapié en varias fuentes en las que se habla de una colaboración entre ambos sectores. Tal y como dice Elliott, entraban en liza factores como el miedo al bandolero o el respeto a su figura. Hay que tener en cuenta, por tanto, gran cantidad de factores y motivaciones para explicar las relaciones del pueblo con el bandolerismo, muchos de los cuales continúan en penumbra.28

A partir de 1616, con la acciones del nuevo virrey catalán, el duque de Alburquerque, la situación va a cambiar. Este virrey llevará a cabo una política muy dura contra los bandoleros, proclamando un sometent general29 y persiguiendo a los bandoleros con acciones expeditivas, en ocasiones contrarias a las constituciones del Principado.30 Gracias a ello, el bandolerismo va a decaer, aunque podemos ver en años posteriores figuras muy importantes como el bandolero nyerro Serrallonga, que sería ejecutado en 1634. Vemos, por tanto, que la actividad del Duque de Alburquerque no consiguió el fin del bandolerismo y las facciones, pues, continuarán durante mucho tiempo, si bien adoptando otras características y denominaciones.

En definitiva, nyerros y cadells era una terminología que se empleaba para designar a los bandos en luchas, rivalidades y conflicto de todo tipo. No tenían ideología, ni un programa político específico que les diferenciase del contrario. Sus motivaciones no eran las de transformar la estructura social y política; sus aspiraciones pasaban por asegurar el dominio social y político de entre los miembros de cada facción. Miembros que se configuraban atendiendo a relaciones personales, familiares, vasalláticas o clientelares. En este sentido, se ha llegado a reseñar el carácter mafioso de estas bandosidades.31 Como bien dice Xavier Torres, nyerros y cadells fueron, ante todo, el lenguaje nativo de la facción y la vendeta.

Pero, ¿cuál fue el papel de las facciones de nyerros y cadells en la rebelión de 1640 y la guerra de los Segadores? ¿estas facciones pervivían aún, o, por el contrario, se habían diluido ya con el declive del bandolerismo años antes? En efecto, nyerros y cadells todavía existían en ese momento, y se pueden rastrear varios testimonios de su continuidad en la guerra. El enfrentamiento entre ambas facciones se ha empleado para explicar las divisiones y los conflictos entre individuos prominentes durante el conflicto, al igual que se ha intentando explicar las adhesiones de uno y otro bando en base a esas filiaciones. Si bien todavía queda mucho oculto a los ojos de los investigadores, y muchos casos no se conocen del todo bien, no cabe duda de la persistencia de ambos bandos. La enemistad entre nyerros y cadells sería, pues, una de las fracturas que se hallarían a flor de piel en el seno de la sociedad catalana y que se manifestaría de manera violenta durante la guerra32 pero que ni mucho menos puede considerarse determinante a la hora de explicar la revuelta. Por otro lado, muchas de las fuentes del momento dan informaciones poco claras y contradictorias, que llevan a pensar que las acusaciones de pertenecer a una determinada facción en muchas ocasiones se convertía en un lugar común, basadas en algunos argumentos muy débiles o inexistentes.

Eso no impide que tengamos casos claros de la actuación de estos bandos durante el conflicto. Bandos que, por otro lado, evolucionarían a lo largo del mismo, acabando por adoptar denominaciones y características diferentes. Existiría, pues, una transformación, pero no un fin, de estos bandos. De hecho, se pueden rastrear rivalidades particulares y familiares, vertebradas por las filiaciones de nyerros y cadells, hasta muchos años después de que dicha terminología hubiera desaparecido. Ahora estos conflictos aparecerían bajo otras denominaciones y formas, perpetuándose más allá en el tiempo.

Existen algunos ejemplos: el caso del capità general de l'exercit christià, un misterioso personaje erigido como líder en los primeros momentos de la rebelión popular, y un nyerro, como se afirma en un documento consultado por Elliott.33 En él, se dice (aparte de dar más información sobre esa figura, que parecía ser un fugitivo condenado a galeras) que ''se reconocía que afligía más tiranía por la enemistad de sus bandos, a los pueblos que se llaman Caderes, por seguir al de los Narros''. Por tanto, se evidencia el hecho de que las filiaciones marcaban de forma determinante, en muchas ocasiones, las actitudes y los comportamientos de los protagonistas del conflicto. Algunos autores han querido ver, a la hora de explicar las adhesiones a Luis XIII o Felipe IV, la influencia de estos partidos y filiaciones. En este sentido ciertos historiadores, como Elliott o Sanabre, han indicado que las rivalidades y los conflictos que surgieron entre los partidarios de Francia durante la guerra de los Segadores podría tener que ver con las facciones de nyerros y cadells.34 Debido a esto algunos han querido identificar así a un partido a favor de la Cataluña francesa, mientras que la facción contraria, los nyerros, estarían a favor de los felipistas. Esta situación, sin embargo, no parece sostenerse. Durante la rebelión podemos ver, entre sus dirigentes más destacados, a nyerros y cadells, sin que la rivalidad de las facciones parezca impedir una unidad de acción.35 El dominio de los cadells, según algunos historiadores, se habría producido ya con el conflicto avanzado. La influencia cadella en el gobierno de la Cataluña profrancesa habría estado determinada por el creciente poder de la familia Fontanella.

Sin embargo, eso no evitó el conflicto que tuvo lugar en el seno del gobierno de la Cataluña francesa, que por un lado enfrentó a la familia de los Fontanella, que había copado importantes puestos en el gobierno (sin ir más lejos, Joan Pére Fontanella era conseller en Cap del gobierno de Barcelona, y su hijo Josep, Regent de la Cancellería) y que además estuvieron apoyados por personajes destacados como el militar Josep d'Ardena, comandante de la caballería; y por otro la facción dirigida por el gobernador Josep Margarit, que, curiosamente, también era un cadell destacado.36

Por tanto, el faccionalismo en la política catalana de ese tiempo no sólo se vertebraba por las denominaciones tradicionales de nyerros y cadells. La cuestión se enreda aún más cuando se ve que muchos personajes del conflicto muestran una filiación dudosa o contradictoria, según las fuentes. Un caso muy significativo es el de Tomàs de Banyuls, el señor de Nyer, profrancés que ejerció el cargo de gobernador de los Condados del Rosellón y las Cerdaña entre 1643 y 1650 tras su nombramiento por Luis XIII; en algunas fuentes es denominado chef des gnaries, o jefe de los nyerros mientras que en otras lo identifican como cadell, atendiendo a las estrechas relaciones que mantenía con el mencionado Joan Margarit. Cosa extraña si tenemos en cuenta que justamente la denominación de nyerros viene del señorío de Nyer. Por otro lado, el representante más destacado de la familia de los Cadells en ese momento sería F. de Pascual i Cadell, cadell como no podría ser de otra manera, y, además, felipista, contrario, por tanto, a Joan Margarit, Fontanella u otros partidarios de Francia. Sin embargo en ese momento es difícil hablar ya de un conflicto entre los Banyuls y los Pascual-Cadell, en todo caso, bajo los términos en los que se produjo el enfrentamiento que dio nombre a las facciones cincuenta años antes. De hecho, parece que las relaciones de ambas familias, durante la década de 1650 y aún más allá, eran buenas, según indica Núria Sales.37

En definitiva, las referencias a nyerros y cadells en esos momentos son con frecuencia contradictorias y suelen estar destinadas a justificar o a explicar acusaciones de conspiraciones y de traiciones.38 Muchos de estos acusados se verían catalogados de nyerros o cadells, a veces arbitrariamente. Algunas veces parece que los perseguidos solo lo eran por el mero hecho de pertenecer a una de esas facciones. Pero no conviene entrar en el juego de las simplificaciones. Durante de la Guerra de los Segadores, las relaciones interpersonales e interfamiliares, no estaban determinadas solamente por la pertenencia a estos bandos. Dicha pertenencia tampoco se vertebraría en función del conflicto entre profranceses y proespañoles.

Si descendemos a un ámbito más local, podemos ver cómo – en algunos casos – la agitación de los primeros compases de la revuelta sigue el mismo patrón que los conflictos entre facciones. Sucede así en el caso de Manresa.3940 El conflicto en esa ciudad comenzó en el verano de 1640, cuando los nyerros del lugar presionaron a las autoridades para que sustituyeran al batlle local, Josep Malet, que pertenecía a la facción de los cadells, para otorgárselo a un miembro de los nyerros, Josep Milangels. Esto derivó en altercados y algaradas entre los miembros de las dos facciones. La misma diputación llegó a intervenir en el conflicto: Pau Claris ordenó la detención de Milangers. Esta acción ha hecho que algunos autores se pregunten si esta estaría motivada por una supuesta relación de Pau Claris con los cadells.41 Algo parecido ocurrió en otros lugares, como Esparraguerra, Sarriá, etc. Otro caso, estudiado por Xavier Torres, es el de la ciudad de Vich, donde los desórdenes que se produjeron (se atentó, como en otros sitios, contra algunas personalidades prominentes de la ciudad) también pueden responder al conflicto faccional. Sin embargo, esto no fue algo común a todo el Principado, pues en otros lugares no existen referencias al avivamiento de las antiguas facciones, sino que parece que estas se hallaban casi extinguidas.

La dinámica de la guerra entre unos y otros acabaría sobreponiéndose a la anterior división de bandos. Así lo vemos en las fuentes que recogen los combates entre felipistas y luisistas en el valle de Arán, donde las fuerzas de la Generalidad realizaron una gran represión contra sus enemigos felipistas, tanto nyerros como cadells.42 Por otro lado, existen muchas fuentes en las que no se mencionan ni a nyerros ni a cadells, y a la hora de hablar de facciones emplean otros términos, como ben afectes a la terra (o a la patria) o mal afectes a la terra.

La terminología de nyerros y cadells no desaparecería hasta el final de la guerra de los Segadores, superadas por los bandos que enfrentaron a los partidarios de España con los partidarios de Francia. Así aparece en algunas fuentes, como la que recoge Xavier Torres, del cronista de Gerona Jeroni de Real: ''se comensaren (a) alterar-se la gent tenint principi de las parcialitats antiguas de Nierros y Cadells; després ... prengueren lo apellido uns de Francia, altres de Espanya'' refiriéndose a la villa de Sant Joan de les Abadesses. A partir de ese momento se difundiría por todo el Principado los términos de miquelets de Francia (también conocidos como de la terra) o miquelets de España. Sin embargo, esto no produjo un cambio significativo en las dinámicas sociales de la lucha de bandos; estas continuaron, perpetuando así los mismos conflictos y rivalidades que en la época de los nyerros y los cadells.43

De esta manera, las denominaciones de nyerros y cadells fue sustituida por la de miquelets d'Espanya o de França a finales del conflicto de la Guerra de Separación. El conflicto entre ambos bandos se extendió por toda Cataluña (si bien los partidarios de Francia abundaron más en el norte del Principado, no se puede reducir el conflicto a una lucha entre un norte profrancés y un sur proespañol). Sobre todo durante la década de los cincuenta del siglo, hasta la paz de los Pirineos de 1659 (aunque continuó después). Estos miquelets se agrupaban en cuadrillas que reavivaron el recuerdo del bandolerismo. Sin embargo, no tenemos evidencias claras de los mecanismos exactos que llevaron al fin de esa terminología. Como dice Xavier Torres, esta desaparición (la de estos nombres que se habían extendido por el Principado desde finales del siglo anterior) parece tan casual como lo fue la emergencia de ambos términos cincuenta años antes, sin que existan hasta el momento, que nos permitan conocer mejor ese proceso.44 Las facciones, sin embargo, continuarán existiendo ''como una forma espontánea de encuadramiento local de la vida política''. 45 A pesar de su desaparición, la memoria de estas facciones perduraría durante mucho tiempo en el recuerdo colectivo del Principado.

BIBLIOGRAFÍA:

  • ELLIOTT, John H. La rebelión de los catalanes; Un estudio sobre la decadencia de España (1598 – 1640). Madrid; Siglo XXI, 2014 (1º ed. 1963)
    REGLÁ, Joan; FUSTER, Joan. El bandolerisme català. Barcelona; Aymá, 1962
    SALES, Núria. Història de Catalunya. Vol.4. Els segles de decadència (s. XVI – XVII). Barcelona; Edicions 62, 2002
    SANABRE, Josep. La acción de Francia en Cataluña por la hegemonía de Europa: 1640 – 1659. Barcelona; Real Academia de Buenas Letras ,1956.
    SERRA, Eva (coord.) La revolució catalana en 1640. Barcelona; Editorial Crítica, 1991, pág 78.
    TORRES, Xavier. Els Bandolers (s. XVI – XVII). Barcelona; Eumo editorial 1991
    TORRES, Xavier. Nyerros i cadells: Bàndols i bandolerisme a la Catalunya moderna (1590 – 1640); Barcelona; Quaderns Crema. 1993, pág 28.
    1ELLIOTT, John H. La rebelión de los catalanes; Un estudio sobre la decadencia de España (1598 – 1640). Madrid; Siglo XXI, 2014 (1º ed. 1963),, págs 86 – 99.
    2Ibid, pág 94.
    3Ibid, pág 95. Si bien otros historiadores han matizado mucho las conclusiones de Elliott.
    4TORRES, Xavier. Nyerros i cadells: Bàndols i bandolerisme a la Catalunya moderna (1590 – 1640); Barcelona; Quaderns Crema. 1993, pág 28.
    5Ibid, pág 6.
    6TORRES, Xavier. Els Bandolers (s. XVI – XVII). Barcelona; Eumo editorial 1991, pág 39.
    7ELLIOTT, John H, op.cit, pág 96.
    8Sobre las leyendas populares que tratan sobre el origen de nyerros y cadells ver TORRES, Xavier. Nyerros i cadells..., op.cit, págs 44 – 53.
    9Ibid, págs 304.
    10TORRES, Xavier. Nyerros i cadells...,op.cit, pág 14. Algunos de los historiadores de ese momento que trataron este tema son Víctor Balaguer y Antonio de Bofarull.
    11TORRES, Xavier. Nyerros i cadells...op.cit, pág 71.
    12ELLIOTT, John H, op.cit, pág 587.
    13 TORRES, Xavier. Nyerros i cadells...op.cit, pág 74.
    14Lo que demuestra que muchas veces los agentes de la Corona que perseguían a los bandoleros lo eran también. Nyerros i cadells...op.cit, pág 79
    15TORRES, Xavier. Nyerros i cadells...op.cit, págs 60 – 61.
    16Ibid, pág 507.
    17ELLIOTT, John H,op.cit, pág 126.
    18TORRES, Xavier. Nyerros i cadells...op.cit, pág 139.
    19Ibid, pág 141.
    20Ibid, pág 161 – 162.
    21Ibid, pág 140.
    22Ibid, pág 143.
    23Ibid, pág 146.
    24Ibid, págs 161 – 162.
    25Ver en Ibid. ''Capítulo III. Les parcialitats vigatanes'',
    26REGLÁ, Joan; FUSTER, Joan. El bandolerisme català. Barcelona; Aymá, 1962, pág 29.
    27ELLIOTT, John H, op.cit, pág 126.
    28ELLIOTT, John H, op.cit, pág 124.
    29Institución del Principado catalán consistente en un contingente armado aportado por las ciudades. Si afecta a toda la población tiene el carácter de general.Ibid, pág 587.
    30Ibid, pág 140.
    31TORRES, Xavier. Nyerros i cadells...op.cit, pág 363.
    32ELLIOTT, John H. La rebelión...op.cit, pág 467.
    33 ELLIOTT, John H. La rebelión...op.cit, pág 466.
    34 Ibid, pág 536 y SANABRE, Josep. La acción de Francia en Cataluña por la hegemonía de Europa: 1640 - 1659 Barcelona, Real Academia de Buenas Letras, 1956, pág 249.
    35TORRES, Xavier. Nyerros i cadells..op.cit, pág 42.
    36ELLIOTT, John H. La rebelión...op.cit, pág 483 y SALES, Núria. Història de Catalunya. Vol.4. Els segles de decadència (s. XVI – XVII). Barcelona; Edicions 62, 2002, pág 373.
    37SALES, Núria. Història...op.cit, pág 373.
    38Ibid, pág 374.
    39TORRES, Xavier. Nyerros i cadells...op.cit, pág 42.
    40TORRES, Xavier. ''Segadors i miquelets a la revolució catalana (1640 – 1659)''. SERRA, Eva (coord.) La revolució catalana en 1640. Barcelona; Editorial Crítica, 1991, pág 78.
    41ELLIOTT, John H. La rebelión...op.cit, pág 468.
    42 SALES, Núria. Història...op.cit, pág 375.
    43 TORRES, Xavier. Nyerros i cadells...op.cit, pág 43.
    44 TORRES, Xavier. Nyerros i cadells.. op.cit, pág 366.
    45 Ibid, pág 366.