viernes, 9 de enero de 2015

El camino español

El camino español

El camino español era la principal ruta que comunicaba los Países Bajos con el resto de territorios de la Monarquía Hispánica, en uso durante la segunda mitad del siglo XVI y principios del XVII en el marco de la guerra entre los rebeldes holandeses y la Monarquía de los Austrias. Atravesaba Europa occidental de Sur a Norte, y pasaba por numerosos territorios, que bien pertenecían a la Monarquía o habían establecido estables alianzas con la misma 

Esta ruta comenzaba en Génova, hasta donde llegarían las tropas provenientes desde España después de atravesar en barco el Mediterráneo. Génova era en ese momento una república aliada de España, y uno de los aliados más valiosos de esta, debido a la dependencia financiera que tenía la Monarquía Hispánica con los banqueros genoveses. Estas relaciones se remontarían a la época de Carlos I, al apoyar este a la élite (los conocidos como nobili vecchi) que gobernaba la república y garantizar su estabilidad en el poder oponiéndose a todos los elementos de oposición en el seno de la misma, como otras facciones políticas que ansiaban el poder o los rebeldes corsos, que recibían el apoyo de la monarquía francesa. 

De Génova se pasaría a Milán, ducado en manos españolas desde la época del emperador Carlos, aunque el dominio del rey de España estaba subyugado a la voluntad del emperador. Milán tenía una importancia estratégica esencial para la Monarquía Hispánica, no solo porque era el comienzo del camino hacia Flandes sino también porque se establecía una elemento de contención de Francia y permitía el control de gran parte de Italia.

Posteriormente las tropas llegaban hasta Saboya, otra aliada de España. Esta alianza conciliaba los intereses expansionistas de Saboya en Francia (país con el que mantenía una fuerte rivalidad) y la necesidad de los españoles de conseguir el paso de las tropas. Se sancionó mediante el tratado de Groenendaal, firmado en 1589. Por lo tanto, podemos ver aquí la estrategia llevada ya a cabo en tiempos anteriores por la Monarquía Hispánica, de firmar alianzas con los reinos y estados que estuvieran situados entre territorios de la corona, para así facilitar las comunicaciones y el transporte.

A partir de allí se pasaba al Franco Condado, en manos de los Habsburgo. Este territorio tenía características especiales, ya que, a pesar de pertenecer a la monarquía, estaba obligado a permanecer neutral con Francia. Esta situación provenía de los tratados de habían sancionado la desmembración del antiguo ducado de Borgoña. y de allí se llegaba a los ducados de Lorena y Bar. Estos territorios (el Franco Condado y Lorena) al ser neutrales, establecían una serie de condiciones; permitían el paso de tropas, pero estas no podían pertenecer en un lugar más de dos noches.

Desde allí se llegaba ya a Luxemburgo, también Habsburgo, gobernado por von Mansfeld en la segunda mitad del siglo XVI, siendo uno de los gobernadores más destacados de ese territorio. Por aquel entonces, el cargo de gobernador de Luxemburgo dependía del gobierno español de los Países Bajos. Se continuaba hasta el obispado independiente de Lieja, sujeto sin embargo por las directrices de la Monarquía Hispánica antes de llegar a los Países Bajos españoles. Este camino pasaba por zonas de una geografía complicada, ya que debía cruzar los Alpes, cruzar ríos, atravesar bosques, desfiladeros, etc. A eso se le unía la situación internacional que en muchas ocasiones puso en riesgo la existencia de parte o la totalidad de todo el camino.

La necesidad de encontrar un paso por tierra fue una prioridad esencial por parte de la monarquía hispánica a partir de 1568. Esto fue así debido al empeoramiento de las relaciones con Inglaterra, que se agriaron después de la pérdida de Calais a manos de los franceses, uno de los mejores puertos del canal de la Mancha. Pero también se vio afectado por la situación interna de Francia; este país estaba sumido en las guerras de religión entre hugonotes y católicos, y los hugonotes (calvinistas) necesitaban financiación y eso les va a llevar a lanzarse a la piratería. Estos tendrán sus bases en puertos como La Rochelle y centrarán sus acciones en el golfo de Vizcaya. A los hugonotes se les unirán los llamados mendigos del mar, habitantes de los Países Bajos que habían sido exiliados por participar en revueltas contra Felipe II y se dedicaron a hostigar a los barcos españoles.

Por lo tanto, la monarquía hispánica necesitaba encontrar un camino por tierra que permitiera a las tropas viajar de forma segura hasta Flandes. De esta manera nace el camino español. La primera vez que se sugiere esta ruta, según Parker, para contactar con Flandes fue en 1563, ideada por el cardenal Granvela, presidente del Consejo de Flandes, como ruta que pudiera seguir el rey en su viaje a los Países Bajos, ya que atravesaba casi siempre territorios bajo la soberanía del rey. De hecho, Parker cita documentos en los que ya en esas fechas tempranas aparecen detalladas descripciones sobre esta ruta.

Por lo tanto, el camino español era esencial para la Monarquía Hispánica. De esto eran conscientes los gobernantes de las potencias rivales de España. Sobre todo, Francia se encontraba en una buena posición para cortar esta ruta. Sus gobernantes sabían que si cortaban las comunicaciones con Flandes el poder español quedaría muy debilitado, ya que Flandes era consideraba una de las posesiones más importantes para la monarquía y el camino era esencial para su mantenimiento. Como decía el hugonote Felipe Duplessis-Mornay, El rey de España no tiene ninguna posesión más hermosa, más rica ni más altamente estimada que los Países Bajos...No porque por allí viajasen las tropas, sino que también se transportaba el oro y otros metales preciosos destinados a sufragar los gastos del ejército de Flandes, en convoyes que se encontraban en una situación especialmente vulnerable. También por esa ruta se transportaba el correo.

Por tanto, ya en el primer traslado de tropas que se hace por esa ruta, la del Duque de Alba en el año 1567 causó una gran conmoción en los territorios afectados, debido a la aparición de una vía estratégica que daba a la Monarquía Hispánica una situación de ventaja a la hora de poder influir o penetrar en un gran número de territorios. No estamos hablando solo de pequeñas ciudades estado, sino de un estado de primer orden como es Francia. Y es que el camino también fue una ruta empleada por Felipe II para aportar ayuda económica y militar a los católicos durante las guerras de religión en este país, que se hallaba en un estado de debilidad y anarquía debido a estos sangrantes conflictos, lo que representaba una grave injerencia en los asuntos internos franceses.

Como dice el historiador Geoffrey Parker, se debió desarrollar una intensa labor diplomática para evitar las hostilidades de las potencias extranjeras, haciendo así un considerable esfuerzo para convencer a estas de que el paso de las tropas no era ninguna provocación para la guerra. Aun así, los gobiernos de los estados amenazados movilizaron sus tropas, y vigilaron todos los movimientos del Duque. Pero no solo tuvo la Monarquía que preocuparse de la hostilidad de sus enemigos sino también de garantizar de el paso por los propios territorios aliados situados en el camino. Esto demuestra, como defiende Parker, que los estados por donde atravesarían las tropas no serían simples títeres de Madrid, sino que tendrían personalidad e intereses propios y los defenderían frente al gobierno de la Monarquía, y protestando enérgicamente si se producía alguna violación a su soberanía en su territorio.

Sin embargo, pronto se va a ver que los temores que mantenían los franceses por la creación de una potencial vía de penetración en su territorio van a estar justificados. Felipe II decidirá participar en las guerras de religión francesa apoyando a la Liga Católica, y encontrará en este corredor una vía excelente por la que apoyar a la Liga aportando hombres y dinero. Esto, sin embargo, fue un error de estrategia que finalmente llevaría a medio plazo al fin del Camino español. El conflicto finalmente acabó con la derrota de la Liga Católica y por lo tanto la Monarquía española quedó en una situación delicada frente al nuevo monarca francés, Enrique de Navarra. Este, después de reforzar el poder en el interior, decidió tomar represalias. Ya hemos hecho referencia a las propuestas hechas anteriormente que buscaban acabar con el camino español. Los franceses ya eran muy conscientes de la situación de debilidad en la que se encontraba España al depender en gran medida sus comunicaciones con Flandes de esa ruta.

De esta forma Enrique finalmente declaró la guerra a España y realizó una ofensiva en el Este, afectando a Borgoña y el Franco Condado que aunque no cortó el camino sí que lo amenazó, obligando a las unidades en tránsito a desviarse. Posteriormente invadió Saboya, aliada de España, cerrando el camino por ese lado, sin que hubiera otro camino hasta Flandes. Esta situación se prolongó hasta la Paz de Vervins, firmada en 1598, que reabrió el camino. Sin embargo podemos ver la situación de debilidad en la que se encontraba las comunicaciones hacia Flandes; cualquier ofensiva podía cerrar parte del corredor, y comprometer de forma determinante la lucha contra los rebeldes en los Países Bajos. En esta situación Francia no va a dudar en actuar aprovechando esa debilidad. De hecho, la situación derivada de la Paz de Vervins fue efímera. Dos años después, en 1600 debido a litigios territoriales sobre el territorio de Saluzzo, el rey francés volvió a invadir Saboya. En el tratado de paz de Lyon, Francia se anexionó los territorios perteneciente a Saboya al oeste del Ródano, lo que supuso un duro golpe para el camino español, pues esos territorios eran esenciales para llegar al Franco Condado. La ruta española tuvo que ser modificada. El nuevo camino atravesaría Milán y los cantones suizos, aunque Ginebra, siempre sintiéndose amenazada, se opuso. Finalmente se estableció como alternativa para llegar a los otros territorios desde Saboya el cruce de un estrecho valle y de un puente sobre el río Ródano, el Pont de Grésin, que se encontraba en el límite fronterizo con Francia. Al estar limitado todo el paso a ese puente, el Camino se volvía muy vulnerable, ya que ese paso estaba a merced de la monarquía francesa. El principal objetivo de esta se había cumplido, y no tardaría en rematar la difícil situación de España en este punto.

Esto quedó en evidencia en seguida cuando el rey francés destruyó en 1602 el puente, alegando que el ejército español que iba a atravesar el camino hacia Flandes tenía como verdadero objetivo apoyar una conspiración de unos nobles franceses. Vemos aquí de nuevo el temor hacia la injerencia por parte de la Monarquía Hispánica que a través del camino pudiera ejercer en los asuntos internos de Francia. 

Pero la situación para España empeoró aun más debido al cambio de relaciones con Saboya. Sus gobernantes eran conscientes de que la situación internacional había cambiado y ahora era Francia la potencia dominante. El cambio de estrategia también vino dado por la pretensión de los saboyanos de expandirse territorialmente, y fijaron sus apetencias en los territorios que España poseía en la Lombardía . En los primeros años del siglo XVII este deterioro de las relaciones entre los dos países fue patente. En 1609 los españoles abandonan el país, al año siguiente Saboya firma una alianza con Francia, tres años después estallan las hostilidades. Las alianzas de los saboyanos con Francia cerraron el camino a través de su territorio, cerrando el paso de forma irreversible en 1622.

España se vio pues en la obligación de cambiar de estrategia y buscar nuevas rutas para seguir conectando por tierra sus posesiones en Flandes. Ya desde antes de la pérdida del camino español la monarquía había establecido contacto con otros territorios para tener alternativas al Camino español. Esta política le llevó a firmar una alianza con Los Grisones en 1593, y los cantones católicos suizos en 1587, con el objetivo de llevar sus tropas a través de estos territorios, al conectar Lombardía y Alsacia. A partir de 1601, con el tratado de Lyon, los españoles aumentaron su actividad diplomática en estas zonas, negociando el paso de las tropas. Sin embargo, la monarquía francesa buscó entorpecer la firma de estas alianzas y evitar que se abriera un nuevo camino que contactara con Flandes. De esta manera conseguirá, en 1610, atraerse a los cantones católicos suizos, en detrimento de España. Esta tuvo que centrar sus esfuerzos en la creación de un paso a través de Los Grisones y el valle de la Valtelina hasta llegar a Alsacia. Igualmente, contó con la oposición de Francia. Con esta actitud no solo se buscaba debilitar a España impidiendo las comunicaciones con sus dominios en el norte, sino que representaba también para Francia una zona estratégica esencial pues por allí pasaban los caminos que comunicaban el reino con Italia, y especialmente con la república de Venecia, el aliado más importante con el que contaba en la región. Por tanto, la apertura de un corredor estable por España en la zona era muy perjudicial para Francia, pues a la vez cortaba las comunicaciones con un escenario esencial para la monarquía gala. Fue un objetivo prioritario por parte de los franceses el control de estas rutas e impedir su uso por parte de los españoles. Eso era extensible a la zona de Alsacia, donde también existía un interés estratégico por parte de las dos potencias. Era muy importante para ambos, como una etapa determinante en el camino español y como la ruta principal que conectaba Francia con los principados alemanes. Para conseguir su control, el gobierno francés decidió ocuparla en 1638, lo que supuso un duro golpe para la Monarquía Hispánica. Lorena había sido ocupada tres años antes, cerrando definitivamente las rutas por tierra entre España y Flandes. La monarquía había realizado una expedición dirigida por el infante Fernando, que partiendo de Milán llegó a participar en la batalla de Nördlingen (una batalla decisiva en el curso de la Guerra de los 30 años), antes de llegar a Bruselas. Pero esa fue la última expedición terrestre del ejército español a los Países Bajos, y no logró el desalojo de los franceses en territorios como Lorena. Por lo tanto, Francia va a llevar una política de ocupación de todos los puntos estratégicos que se disputaba con España. A la monarquía no le quedaba más remedio que enviar sus tropas a través del Canal de la Mancha, a pesar de los riesgos que eso conllevaba. El conflicto con Inglaterra significaba que el canal no era nada seguro. En tiempos de paz la situación cambiaba, y los barcos españoles podían refugiarse en los puertos ingleses. Sin embargo, esa situación nunca era duradera, como se puede ver por las numerosas guerras que enfrentaron a los dos países (hasta 1604, posteriormente entre 1625 y 1630...). Y también estaba la cuestión de la flota que las Provincias Unidas habían desarrollado. Esta infligió en 1639 dos sendas derrotas a los españoles. A pesar de eso, el gobierno español siguió enviando tropas a Flandes, por ese camino, que era el único disponible.

La creación de una ruta como fue el Camino Español lleva aparejada numerosas dificultades en la organización, logística y avituallamiento de las tropas. También hay que tener en cuenta la geografía y la orografía del terreno; bosques, desfiladeros, ríos...lo que aumentaba las dificultades de paso, sobre todo de ejércitos con un gran número de soldados. Esto obligó a las autoridades militares españolas a idear estrategias para que el transporte se realizara satisfactoriamente. Para que este se realizase de forma eficaz generalmente las unidades de marcha no superaban los 3000 soldados, aunque ocasionalmente se movieron al mismo tiempo ejércitos mucho más grandes, como por ejemplo el del Duque de Alba, que llegó hasta los 10.000 hombres, y otras expediciones llevaban en sus filas 6.000 o 5.000 soldados. Movilizar a tantas tropas es complicado (teniendo en cuenta además la gente que seguía al ejército. Familias, lacayo, y los animales, como los caballos) y se debieron idear sistemas que garantizasen el avituallamiento y aprovisionamiento. Parker diferencia tres sistemas para alimentar a un ejército. Una, la creación de un itinerario fijo con almacenes en puntos determinados: la forma tradicional, esto es, se conseguía los alimentos directamente del terreno (con gran prejuicio para la población local). Y finalmente, un sistema que se desarrolla en estos momentos, el de etapas. Se establecía un sistema permanente de etapas al término de cada cual existían poblaciones donde se almacenaban las provisiones y se repartían, además de servir de alojamiento. Los propietarios de las casas donde los soldados se alojaban recibían una compensación (sistema de los billets de logement). Antes, comisarios enviados por la Monarquía ya habían pactado con los gobernantes de los territorios el número de etapas y la cantidad de suministros que debían suministrar. Ya nos hemos referido a la idea de que los gobernantes de los territorios por donde pasaba el camino español no adoptaban una actitud pasiva, sino que negociaron activamente cada aspecto de la expedición y protestaron enérgicamente cualquier incumplimiento de los pactos. No era infrecuente que los soldados cometiesen abusos y delitos por las tierras por las que pasaban.

En general, el empleo de esa misma ruta no supuso una verdadera preocupación por el estado de los caminos y las infraestructuras. Aunque también es cierto que se hicieron algunas obras en los caminos para facilitar el paso de las tropas, así como la construcción de puentes y otras infraestructuras, estas no supusieron un gran cambio. Generalmente en los territorios del camino había una red de rutas importante, siendo posible muchas alternativas. Por tanto, desde el gobierno se debió preparar cada expedición de forma meticulosa estableciendo los caminos a seguir, contando también con el uso de mapas y guías.

En definitiva, podemos establecer un cierto paralelismo entre el fin del camino español y el de la hegemonía española en Europa. En este sentido, la actitud agresiva de Francia, iniciada a finales del siglo XVI, contra la Monarquía española, con el objetivo de cortar las comunicaciones hacia Flandes, contribuiría a acentuar esa decadencia, al debilitar los lazos que unían a la Monarquía con una de sus posesiones fundamentales. Por lo tanto, el fin del Camino español sería un síntoma de esa debilidad (debida a múltiples causas, problemas financieros, mantenimiento de varios frentes de conflicto), pero también causa, al menos a lo que a la cuestión flamenca se refiere. La importancia vital de esta ruta se pone de manifiesto en las acciones llevadas a cabo por la Monarquía Hispánica con la búsqueda de nuevas estrategias y rutas que pudieran mantener la situación militar y económica de los Países Bajos. Primero la creación de una ruta alternativa por tierra hasta que se vio la imposibilidad de establecerla debido al creciente poder francés; y luego el establecimiento de rutas por mar, a pesar de los riesgos que eso conllevaba, al perder toda alternativa. Por lo tanto, el fin del camino español está dentro de un proceso histórico que comienza hacia finales del siglo XVI y comienzos del XVII, con el fin de las guerras de religión en Francia y el fortalecimiento del poder real. Aquí ya empieza a entreverse un cambio en el orden europeo que se fortalecerá a lo largo del siglo, con una nueva potencia hegemónica en el continente, Francia, en detrimento de la Monarquía Hispánica, abocada a la decadencia.

Tampoco hay que olvidar otros aspectos fundamentales, como el impacto que en esos territorios supuso el paso de las tropas españolas (y una prueba de esto es que aun hoy se conoce en la zona como Chemin des espagnols) tanto a la población como a los gobiernos de los diferentes estados. Y también las implicaciones y novedades que impulsó en los aspectos logísticos, técnicos y organizativos del ejército.

Bibliografía:

  • Parker, Geoffrey, El ejército de Flandes y el Camino español 1567- 1659. Biblioteca de la Revista de Occidente . Madrid, 1976.
  • Parker, Geoffrey, El éxito nunca es definitivo. Imperialismo, guerra y fe en la Europa moderna. Taurus. Madrid, 2001.
  • Strandling, Robert A. La armada de Flandes. Política naval española y guerra europea 1568 – 1668. Cátedra . Madrid, 1992.
  • Martinez Lainez, Fernando. Una pica en Flandes. La epopeya del camino español. EDAF. Madrid, 2007. 
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